47. A la Divinidad de Jesucristo
Jesucristo, Dios y hombre verdadero,
Vida en quien aliento,
salud en quien convalezco,
paz en quien descanso.
Jesús, Dios en quien creo,
en quien espero, a quien amo sobre todo.
Tú eres bondad infinita,
dulzura inagotable,
infinito en todo género de perfección .
Te bastabas eternamente a ti mismo
y quisiste dar el ser a innumerables criaturas,
para hacerlas partícipes
de las magnificencias de tu ser.
Entre las criaturas, colocaste al hombre,
y entre los hombres,
quisiste contarme a mí,
aunque sabías que no correspondería a tu amor.
Consciente de mi ingratitud e indiferencia,
adoro tu misericordia.
Disipa mi inconstancia, mi frialdad, mi flaqueza;
haz que prenda en mi corazón
una centella del fuego divino del tuyo,
para que encendido todo en tu amor,
cante con obras ante el mundo:
CRISTO, MI CREADOR, VENCE;
CRISTO, MI REDENTOR, REINA;
CRISTO, MI CORONADOR, IMPERA.
48. Al Rey de reyes
Señor de los señores,
Creador de todas las cosas,
Redentor de todos los hombres.
Eres grande sobre toda grandeza,
infinita en toda perfección es tu divina esencia.
No hay criatura que no te deba,
en todo momento, adoración,
sin embargo,
la mayor parte de los pueblos
te han negado
y se han separado de tu ley.
Padre celestial,
Divino Rey nuestro,
ten piedad de las almas
redimidas con tu sangre,
SUSCITA APÓSTOLES DE TU SOBERANÍA
49. A Cristo Rey en su Resurrección
Cristo Inmortal y Todopoderoso,
Tú has vencido el mal y sus consecuencias.
Los siglos de las sombras han pasado;
el sol oscurecido ha recobrado nueva luz.
La muerte ha sido vencida,
el infierno te ha visto romper sus puertas.
Las víctimas salvadas por tu amor,
que te esperaban,
han rasgado sus mortajas y sudarios.
Tú, oh Cristo, has transformado su sepulcro
en escala para subir a gozar
de los resplandores de tu Jerusalén celestial.
Tú con tu victoria,
libras de la muerte eterna a tus escogidos
y das la garantía
de la resurrección universal
a todos los hombres.
Glorioso Rey y Resucitador nuestro,
Tú has probado que eres
el CAMINO, LA VERDAD
y la VIDA TEMPORAL Y ETERNA
DE LA HUMANIDAD.
Por tu glorioso triunfo,
te pedimos la gracia
de vencer todas las tentaciones,
para que, fortalecidos con tu asistencia,
siguiendo la bandera de tu resurrección,
logremos estar a tu lado
en la Jerusalén eterna.
50. Al que está sentado en el trono
Digno eres, Señor, Dios nuestro,
de recibir gloria y honra y virtud,
porque Tú has creado todas las cosas.
Todas las criaturas tedebemos
alabanza y adoración,
porque nos has creado y redimido.
Te debemos lo que podemos y poseemos.
Todo esto y nuestra existencia
la sacaste de la nada
y la conservas con tu amor.
El hombre, ingrato, niega tu Soberanía.
Rey dulcísimo de nuestro corazón,
no permitas que desconozcamos jamás
tu infinita bondad,
tu infinito poder, tu glorioso derecho.
Reina siempre sobre nuestros pensamientos,
reina siempre sobre nuestros afectos,
reina sobre todo nuestro ser,
Creador, Redentor,
Coronador de todos los defensores
de tu temporal y eterno reino.
51. Adoremos
Jesús, Verbo humanado,
Rey eterno, nacido como siervo en el tiempo,
de cuyos ojos reciben su luz
el sol y las estrellas,
su hermosura los ángeles y las almas
que cantan el himno de tu gloria;
ilumina nuestro entendimiento,
inflama nuestro corazón,
disipa nuestras tinieblas.
Danos ánimo, glorioso Vencedor
del mundo y del infierno,
para emplear todas nuestras fuerzas
en amarte y hacerte amar,
bendecirte y hacerte bendecir,
adorarte y hacerte adorar,
atrayendo siempre hacia ti
almas inocentes, virtuosas,
activas, valientes.
Divino Salvador, Señor de los ejércitos,
Suspirado de las naciones,
ven sin tardar;
une en un solo corazón y con tu Corazón
a todos los que aclamamos
tu celestial Soberanía.
52. A la presentación de Cristo en el templo
Dios mío,
qué sublime es el ejemplo que nos das
en tu presentación en el Templo.
Tú, Rey de reyes y Legislador de todos,
quisiste cumplir la ley de Moisés,
como si estuvieras sujeto a ella.
A través de este ejemplo de humildad
fuiste conocido por Simeón que,
transportado de alegría,
te recibió en sus brazos
entonando el canto en que te aclama su Dios,
su Salvador, el Suspirado de todas las naciones,
Gloria de la casa de Israel.
Consolador de las almas justas,
permite que todos los que deseamos
el triunfo de tu Reino,
unamos nuestra adoración a la de Simeón,
que mereció estrecharte
contra su corazón agradecido.
Inspíranos un celo vivo
para procurar
que aumente el número de tus adoradores;
concédenos las mismas íntimas dulzuras
que experimentó el espíritu de tu siervo;
derrama en nuestro corazón
los tesoros de tus virtudes;
defiéndenos con tu humildad y obediencia
contra nuestro orgullo;
haz que podamos cantar en la tierra
el himno de tus bienaventurados en el cielo.
53. Adoración al Misterio de la Encarnación
Divino Salvador del mundo,
Supremo Bien de todos los hombres que,
impulsado de tu gran misericordia,
quisiste bajar del cielo a libertarnos
del poder del inferno, dígnate aceptar
el homenaje de gratitud de nuestro corazón.
Sabemos, Rey de bondad infinita,
que nunca podremos corresponder
al amor que te movió a hacerte hombre
para convertirnos de esclavos del pecado
en hijos adoptivos de tu Eterno Padre,
porque la pobreza de nuestros afectos
es insuficiente.
Venimos a ti y te suplicamos,
que te dignes escuchar nuestros deseos,
para que cada día aprendamos
a servirte y amarte con más entrañable afecto
y total sumisión.
54. A Cristo, mi Rey
A ti, mi luz, a ti, mi bien, a ti, mi paz,
todo honor, todo amor, toda alabanza.
Si mi voz, dominando la armonía
con que los ángeles celebran tu gloria,
pudiese entonarte un himno nunca oído,
una alabanza nueva
en cada uno de sus pensamientos;
si mi corazón,
encendido en el fuego de tu Espíritu,
pudiese inflamar todos los corazones
y hacer que brillasen
como lámparas vivas ante tu Sacramento;
si me fuera posible
hacer aclamar tu ley de vida
en tantas naciones
en las que existe el odio
y se vive en la sombra de la muerte,
no habría hecho más que lo que debo,
pero Tú me habrías hecho
un nuevo favor del que no soy digno.
Tú conoces mis deseos.
Si te cantan los cielos
y las obras de tus manos
pregonan tu sabiduría.
¿Por qué no hemos de celebrar
tus misericordias los hombres,
redimidos con tu sacrificio?
Inflama ya los corazones fríos;
concédeme la gracia de reunir
en torno de tu REAL PRESENCIA
innumerables almas
que día y noche
te eleven este homenaje:
Al Vencedor de la muerte y del infierno,
al Cordero que quita los pecados del mundo,
bendición, alabanza y gloria,
por los siglos de los siglos.
55. Te proclamamos Rey
Jesus, Dios eterno,
Señor y dueño de todas las cosas,
Rey del cielo y de la tierra,
de los ángeles y de los hombres.
Rey por derecho de creación.
de Redención,
de herencia.
Nosotros te proclamamos Rey
y deseamos que seas también Rey por elección
de todos los corazones.
Reina y manifiesta tu reinado de justicia,
de paz y de misericordia.
56. Al Rey de mi corazón
Rey de reyes y Señor de los señores,
Jesucristo, Hijo de Dios vivo,
verdadero Dios,
Salvador del mundo, Redentor del universo,
principio y fin de todas las criaturas.
Príncipe de la paz,
Angel del gran Consejo,
Verbo encarnado por el cual Dios ha hecho
y ordenado todas las cosas.
Hijo de la gloriosa Virgen María,
Mediador entre Dios y los hombres,
Juez de vivos y muertos,
Santo de los santos,
Caudillo de los predestinados.
YO TE ACLAMO Y CONFIESO
REY DE Ml CORAZON Y DEL UNIVERSO.
Dígnate cubrir mi alma
y la de todos los que te adoran
con tu armadura de gracia,
para que logremos aniquilar el amor propio
y todo lo que nos impida vivir
consagrados al triunfo de tu Soberanía.
57. Para crecer en el amor a Cristo
Qué hermoso eres, Príncipe mío,
qué hermoso eres.
Qué dulce es tu presencia en mi alma,
Soberano celeste de mi corazón.
¿Por qué siendo tan bueno
eres tan poco amado?
¿Por qué derramando favores a manos llenas,
tienes tantos ingratos?
¿Por qué siendo tan ardiente tu amor,
no se derriten los corazones helados
ni se encienden los tibios?
¿Por qué siendo tu ley tan suave,
hay quien sacude su yugo?
¿Por qué siendo tu Soberanía
la REDENCION del mundo,
se rebela éste contra tu Majestad glorificadora?
Omnipotente,
arrolla a los soberbios,
ilumina a los ciegos,
endereza a los que se desvían,
guía hacia ti a los extraviados,
muestra a todos
el esplendor de tu santidad infinita,
envuélvenos,
enciéndenos con la llama divina
de tu Corazón.
58. Oh Cristo, sabiduría y ciencia de Dios
Oh Jesús sapientísimo,
que en todas las épocas de tu vida temporal
sobre la tierra,
nos quisiste dar ejemplo y enseñanza,
atiende hoy nuestras súplicas;
ilumina nuestro entendimiento
y danos docilidad perfecta
para escuchar siempre con provecho
tus inspiraciones.
Oh abismo insondable
de la Sabiduría y Ciencia de Dios,
te sometemos nuestras potencias:
con nuestro entendimiento,
adoramos tus palabras de verdad infinita;
consagramos nuestra memoria
a recordar tu doctrina y ejemplos;
te sometemos todos los deseos,
aspiraciones y afectos de nuestra voluntad.
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